Descubrimientos recientes confirman que los cometas no son exclusivos de nuestro sistema solar. Los astrónomos han detectado y categorizado exocometas que orbitan alrededor de otras estrellas, revelando sorprendentes similitudes con los que se encuentran dentro de nuestra propia vecindad cósmica. Esto sugiere que los cuerpos helados, expulsados de los sistemas planetarios, son una característica universal de la formación estelar.
Detección temprana de exocometas
La primera evidencia de cometas alrededor de otras estrellas surgió a principios de los años 1980. Las observaciones de Beta Pictoris, una estrella joven a 60 años luz de distancia, mostraron patrones de luz fluctuantes. Estos patrones indicaron la presencia de discos de escombros, restos de la formación de planetas. En 1987, los astrónomos se dieron cuenta de que las fluctuaciones esporádicas en el espectro de la estrella probablemente eran causadas por exocometes que pasaban frente a ella y absorbían la luz de la estrella. Beta Pictoris ahora alberga cientos de estos objetos, categorizados de manera similar a los cometas de nuestro sistema solar.
Nuevos métodos de detección
Tradicionalmente, los exocometas se encontraban mediante análisis espectroscópicos de la luz de las estrellas. Sin embargo, un estudio reciente dirigido por Adalyn Gibson de la Universidad de Colorado Boulder utilizó un enfoque diferente. Al analizar años de datos de brillo del satélite de estudio de exoplanetas en tránsito (TESS) de la NASA, detectaron caídas en la luz de RZ Piscium, una estrella a 600 años luz de distancia. Estas caídas, que en algunos casos superaban el 20%, eran demasiado grandes para ser causadas por planetas. ¿La conclusión? La estrella está rodeada de exocometas cuyas nubes de gas bloquean ocasionalmente la luz estelar. Sus núcleos varían de 1 a 7 kilómetros de diámetro, reflejando los de nuestro Cinturón de Kuiper.
Visitantes interestelares
La evidencia directa de exocometas proviene de objetos interestelares que pasan a través de nuestro sistema solar. Se han confirmado tres: 1I/‘Oumuamua (2017), 2I/Borisov (2019) y 3I/ATLAS (actual). Estos objetos se mueven demasiado rápido para que nuestro sol los capture, lo que confirma su origen interestelar. Su comportamiento se parece mucho al de los cometas de nuestro sistema solar, lo que sugiere que son cuerpos rocosos y helados expulsados de otros sistemas por perturbaciones gravitacionales.
El descubrimiento de que estos cuerpos helados están presentes alrededor de otras estrellas sugiere que los sistemas cometarios son un subproducto común de la formación de planetas.
Ecos cósmicos universales
Las similitudes entre los exocometas y el nuestro resaltan un patrón fundamental en el universo. Es estadísticamente probable que otros sistemas solares también expulsen cometas al espacio interestelar, lo que significa que nuestros propios cometas eventualmente pueden convertirse en “exocometas” para los observadores distantes. La idea de que otros astrónomos puedan algún día observar un cometa desde nuestro sistema es un recordatorio de que, a pesar de las enormes distancias, el universo comparte elementos comunes.
La presencia de exocometas confirma que nuestro sistema solar no es único. El universo parece seguir reglas similares de formación y evolución, incluso en los detalles más pequeños y distantes.
